Miradas

jueves, 12 de diciembre de 2013

Puntos sobre blanco

El invierno ha llegado a mil por hora a las plantas de mis pies. Un poco más lento al resto de mi cuerpo.
Si ya escuché en la radio que no se piensa bien con los pies fríos, peor se siente con el corazón helado. Y, en mi caso, ya no siento mucho más que el paso de día a noche, de noche a día y...de nuevo noche.
Y ya no me escucha ni el cielo, que siempre me regalaba un par de estrellas por deseo. Ni me responden mis manos cuando intento crear algo, ni siquiera mis ojos me hacen caso: a veces se ríen por mi, otras de mi y otras con el mundo, que cada día anda más loco y con menos rumbo.
No os mentiría si no os contara todo lo que no siento. No os mentiría si no dijera que ya no siento mucho de casi nada. Os mentiría, sin embargo, si os convenciera de que echo de menos hacerlo.
Pues he aprendido a vivir de memorias. De esas noches encerrada leyendo viviendo libros que me llenaban, al menos hasta la mitad, y entonces ya no veía el vaso; pues yo era el vaso. Y estaba medio lleno, y tenía medía sonrisa en la cara, de repente.
¿Cómo he podido dejar de escuchar el escándalo que hacía mi estómago y la bandada que aleteaba dentro cada vez que te miraba? Mis ojos no han cambiado, tú...no has cambiado, ni siquiera ha cambiado la forma en la que te miro. Será el invierno.
Será que al besarte, se me coló el Polo Norte que llevas en tus besos y que ahora atengo el corazón lleno de escarcha y los labios mordidos por estas semanas de siete domingos cada siete días, y veinticuatro tres de la madrugada cada veinticuatro horas. No sé si sobreviviré sin tus abrazos congelados aunque, te diré una cosa, tampoco quiero comprobarlo.
Y ahora prescindo de paraguas,  de chimeneas, del café caliente, de las mantas.
Pero no de palabras. Pero no de ti. Pero no de ti en formato palabra. Debería estar loca para prescindir de las cosas que me abrigan, ¿no?
Porque he encontrado el modo de emborracharme, de colocarme, de tocar con la yema de los dedos el punto dionisíaco del que tanto hablaba Nietzsche. Y sin un solo litro, sin un solo gramo, ni nada que pueda expresarse en una medida que no sea la de tus labios.

Y ahora me siento, con las manos mojadas y el aliento vacío, a esperar a que llegue un invierno en el que llueva más y se llore menos. Un invierno con más blanco y menos gris. Y ese tipo de cosas que hacen que distingamos entre la palabra Invierno y la palabra invierno.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

La chica azul océano

¿Sabes? 
Siempre he tenido una teoría acerca de las personas y los colores.
Te va a parecer una chorrada (puede que lo sea) 

pero no deja de ser una teoría Anística, 
así que, no creo que te asustes.

Cada persona tiene un color.
No, mejor.
Cada persona es un color.
Y no hay dos colores iguales,

 hay infinidad de matices.

Hace tiempo decidí 

que tú eras Azul océano.
Ya sabes,
es uno de esos colores 

que no se aprecian realmente a simple vista,
pero que al sumergirte,
es profundo y encantador.
Es un color que no deja de sorprender,
que abriga y alegra.
Es un color que da confianza 

y ganas de confiar.

¿Y por qué te digo todo esto?
Porque hoy es 6 de Noviembre 

y es un día señalado en mi agenda 
para decirle a una chica del color del océano 
que la 'hippie-person peculiar' 
va a estar siempre dispuesta a ayudarte,
 a alegrarte, a reírse contigo (y de ti) 
y a todo lo que haga falta, señorita.

Y es que, Andrea
Solo tú podías escribir algo así,
felicitando el no cumpleaños, el día de tu sí cumpleaños.
Solo tú podías convertir ''tu día especial'' 

en ''el día especial'' de las personas de tu alrededor.
Solo tú puedes hacer eso,
y por eso no eres un ser humano corriente.


Puede que suene raro lo de ''no eres un ser humano corriente'', 

pero es cierto.
Y es genial.
Eres un poco de locura, 

haces feliz a tu gente, 
tienes sueños en la cabeza y eres de las que los cumple,
tarde o temprano, ya verás.
Y eso te diferencia.


Así que, niña Solivella, 

no cambies tu forma de ser, 
y cuenta conmigo para tus tardes (o mañanas, o noches) 
marrón-aburrimiento y naranja-diversión, 
porque yo quiero contar contigo muchos más años.

FELIZ PRIMER DÍA DEL RESTO DE TU VIDA.


Disfruta tus 17, o que te disfruten ellos a ti.

jueves, 10 de octubre de 2013

Sin-sentido

Voy a esperarte aquí sentada, hasta que el infinito no sea tan pequeño para nuestros pasos kilométricos.

Voy a hablar con las aceras,
tal vez ellas me cuenten dónde fue a parar la piedra que se metía siempre en mi zapato.
Que ahora la hecho de menos en los días en los que llueven gatos.

Una vez, una nube gris que pasaba por mi calle, me susurró que nunca más volverían a ser tristes los días de lluvia, aunque a ella le diera por llorar.
Y mira, tenía razón. Hoy no he tenido que desnudar ninguna mandarina ni ahogarla en el espesor del chocolate.

Me ha parecido suficiente con mirar el cristal de la ventana y no a través de éste.

He hablado sola por teléfono y me he quejado porque había interferencias.
Maldita linea.
Está todo conectado para hablar con cualquier persona de cualquier lugar y, sin embargo, para hablar con uno mismo todavía no han inventado nada útil.
Será que es más cómodo o así, o que las respuestas válidas solo están en bocas ajenas. O que, al final hablar sin palabras va a ser, como siempre, la única solución.

Me he resbalado con un poco de insomnio que alguien había dejado en el portal de mi edificio, he corrido sin utilizar las piernas hasta donde no existe el tiempo ni el espacio y alguien me ha cogido del brazo. O tal vez lo he imaginado.

Me he enfadado con las flores de un macetero de la Calle Mayor porque nadie les había dicho hoy lo preciosas que estaban, y ellas ni siquiera lo habían echado en falta.

Supongo que aquel hombre que intentaba tomar una foto de una noche oscura de otoño no se daba cuenta de que su cámara estaba apagada. Y de que eran las doce del medio día. Y de que el sol picaba sobre su abrigo de plumas y una gota de sudor le descendía por donde se piensa.

Y esto último me ha resultado familiar.
Tenemos la cámara apagada. Todos. Ni siquiera sabemos si funciona.
Nos han dicho que es de noche, que es otoño, que hace frío y que la foto saldrá tarde o temprano.
Pero no nos hemos parado a comprobarlo.
¿De qué no extrañamos entonces cuando las cosas no salen?
Algunos lo llaman estupidez, yo prefiero llamarlo humanidad.



He dejado de buscar la piedra de mi zapato,
y ahora la necesito más que nunca.
Aquella nube me engañó,
ya no ha vuelto a llover desde entonces, eso es trampa,
y los cristales no están mojados de agua.
El teléfono lo he desconectado,
y ahora uso el método de cerrar los ojos y abrir algo dentro.
                         

                                                                              Un consejo,
                                                                                  para la próxima vez, prueba a encender la cámara.







jueves, 3 de octubre de 2013

362

Hace ya muchas madrugadas
-en vela-
que tengo la página 362 marcada.

Tal vez esto tenga que ver con las noches que me paso
leyendo entre lineas aquel diciembre de lunas frías y miradas congeladas.

De aquel ''dame la mano''
y las risas tontas mirando hacia otro lado.
De los golpes que me daba el corazón en cada pálpito,
del abismo de las yemas de los dedos que rozaban
el cielo y el infierno sin tocarnos.


En mi vida había acudido a un invierno tan lleno de primaveras.
Jamás nadie me había hablado de que las famosas mariposas,
no son sino gorriones aleteando
con tanta fuerza que casi me revientan el estómago.

Que me daba miedo el mar hasta que me encontré tus ojos,
que son el espejo del cielo entero, y parte del infierno.
Que tu boca no se me antoja menos bella
que cualquier poema de mil versos.
Y es que tienes escondidos,
entre las comisuras, a Bécquer y a Salinas.

¿Por qué crees que sale la luna cada noche?
Me contó al oído que no puede dormir si no es en tu pelo.

Y claro que desde Orihuela pueden verse las estrellas,
lo que pasa es que hay que mirar un poco más abajo,
a la altura de tus pestañas, más o menos.

Que hay que deslizarse por tu cuello para mantener el equilibrio
y no hay mejor escondite para las noches -o los días-
de frío -o de calor- que el Edén que se extiende
desde tu garganta hasta tu ombligo.

Y en ese libro en el que guardo cuatro estaciones por año,
doblo cada noche la esquina de la página 362,
en la que, sin serlo, las letras se ven de otro color.

                                                                                                      Askiñas


lunes, 30 de septiembre de 2013

El día que no cabía más pena en mi retina

Cuando llegué solo había
restos de versos tirados por el suelo,
canciones rotas
y lágrimas a medias.

No me dio tiempo a hablar,
ya se había ido.
No quedaba ya siquiera el eco de su esencia.
No dejó entre las sábanas
ni un diminuto ápice de su existencia.

Todavía se sentía el hedor a vacío,
los labios fríos
del que ansía besar tu espalda mojada.

Aquel silencio se tragó de un sorbo mis latidos
y se convirtió durante doce milésimas en la música del más ardiente infierno.

Deseé romper los cristales 
con la fuerza de un insecto,
con los ojos cerrados
y el corazón siempre abierto.

Conjuré dos deseos,
el primero mortal,
el segundo...
tenía que ver con tu ombligo y mis labios.

Mojé la almohada de pena,
reventé mil caricias contra el suelo,
arañé la pared con palabras que
habían sonado más bonitas a tu oído.

¿en qué momento se rompieron las botellas 
que llenamos de recuerdos?
¿quien se habrá llevado todas las verdades
que nunca nos dijimos?

Si sabes que la calle está llena de silencios
y mi tinta de la más espesa marea
que te arrancó de cuajo los más privados sueños.

Si sabes 
que si tú no estás yo no soy,
que si tú no eres,
yo no estoy.

Que rompería el hielo de la Antártida por morder tu cuello,
que con un solo pestañeo
eres capaz de tumbarme en el suelo.
Que, vida mía, si tú no estás yo no me muero, simplemente no vivo.





miércoles, 25 de septiembre de 2013

Liberté

P1090714 by Secuoya777
A photo by Secuoya777 on Flickr.

Voy a escribir esto con un pedazo de 'yo'
que me encontré entre la arena,

Nada más gigante que la playa,
nada más infinito y acogedor.

Me dice 'ven'

En esas noches en las que nadie me oye,
en las que hasta el silencio me huye 

y ya ni las paredes escuchan.

Entonces,


hago de las nubes mi techo,

de la luna mi anzuelo,
de las olas mi pulso
y del viento, mi república .

En horizontal y con la mente en blanco,

sin más límite que el cielo
y con el Edén a mis espaldas

dejo fluir la tinta que se quedó en el tintero,

me dejo llevar por el lugar bendito que no tiene dueño,
escucho el llanto que desgarra cada ola al romperse
y pienso que pensar es la última de mis prioridades en ese instante.

Invoco a las musas

y a veces las toco
dejo que la mente hable,
-aunque ella nunca calla, a pesar de que nos empeñamos en callarle

Sin más compañía que el horizonte,

sin más ruido que el más sonoro silencio.


La dejo que baile un vals con los últimos soplidos de Septiembre,

que grite y que susurre 
los motivos de su hambre,
y, por último, 
me dejo nacer de nuevo,
dibujo mi alma 
y cada milímetro de mi le da las gracias al mar,
al universo y a los pájaros
por darme algo de calor
para un invierno cargado de colores grises 
y lejos del Oasis al que llamo
el hogar de mi alma.

''Locus amoenus''







Esta mañana has roto hasta el aire.

Lo has roto todo, de un manotazo dado con el alma,
que son los que más duelen,
y los que más rompen.

Con una sola palabra
has hecho gritar a cada uno de mis poros.

No quiero ni pensar qué hubiese pasado si llegas a usar la mirada.



lunes, 23 de septiembre de 2013

Alguien debería entenderme

No espero que me entiendas,
ni tu ni nadie.
Ni que lo intentes,
ni siquiera espero que me leas.
No.
Yo no escribo para eso,
diría que más que escribir...vomito.
Vomito trozos de palabras no dichas
o de abrazos no dados,
de pensamientos que pesan
o de sueños malos.
Me gusta llamarlo así,
porque así lo siento.
Como una necesidad,
la del que cambiaría tinta por oxígeno,
e inspiración por viento.
...................................
Y que me harta la tele,
las caras que no dicen nada y los corazones que,
del poco uso que reciben, se vuelven huecos,
como un eco en medio de un teatro,
alguien gritando y solo hueco. Y eco.
Y risas sonoras pero vacías,
y llantos amargos y palabras de plástico malo.
Y sentimientos que no se sienten y se dicen,
y besos que se sienten pero se quedan en el tintero.
Y que me harta el siglo XXI,
que promete esperanzas y solo trae cabezas tontas
y avaricias que engañan.
Que destruyen y crujen,
y estropean la paz y la verdad
a base de monedas de metal
Así que
Alguien debería entenderme cuando digo
que no nos queda más abrigo que la verdad, y que en este siglo de hipocresía,
es un bien bastante escaso.
Y alguien debería apoyarme cuando digo
que el cambio empieza en la mente y no en el bolsillo.




Con la lluvia de la mano, por ejemplo un tango

A lo mejor amanezco hoy en uno de esos portales grises,
vigilando cada gota de lluvia que cae 
y se estrella con el asfalto.

Puede que pase toda la noche analizando esas pequeñas partículas
y pensado
que tal vez no sean tan diferentes a mi.

Seguramente tenga el placer de bailar un rato con ellas,
al compás de la música que todos oyen 
pero nadie escucha,

de los acordes de la tormenta,
la melodía del cielo y de los días reservados a los poetas y a los viejos.

Creo que voy a dedicar unas horas 
a abrazar este abismo que me separa de ti,
al cielo y a las nubes
que hoy no están de humor
pero que  -aunque desafinada- 
se merecen una canción.

No hay cosa mejor que matar horas agarrada a la cintura del diluvio, perseguida únicamente por mi sombra

domingo, 24 de marzo de 2013

El milagro que duró 17 milésimas.



Era noviembre. Sí, era un frio día aquel. Cuatro chicas con más capas de ropa de lo normal corrían hacia la estación de tren mientras reían recordando alguna que otra estupidez. Sí, no paraban de reír. Sacaron los billetes y esperaron en el andén durante unos minutos mientras charlaban. Ariadna, una de las chicas, agraciada de cara y simpática de expresión, adornaba su cabeza con un enorme moño un tanto desordenado y su cara, con una extensa sonrisa. Miraba de un lado para otro, como si buscase algo, alejándose más y más de la conversación. Aunque claro, eso no era nada extraño en ella, solía tener la cabeza  en mil partes y en ninguna a la vez. Entre tanto, las chicas seguían hablando y hablando. Julia, la más menuda de las cuatro, se quejaba de la tardanza del tren, pero con un tono irónico que hacía que hasta resultase divertido. Sí, ella siempre decía las cosas de tal manera que provocara alguna risilla, inconscientemente, claro. Era una gracia natural que ella tenía. Era una chica un tanto peculiar. Pecosa de cara, a causa de tomar el sol, rubia y con los ojos verdes. Pero no un verde normal, un verde especial. Sí, especial. Especial como ella. Julia y Ariadna eran amigas desde pequeñas y se querían mucho, como del suelo al cielo, aunque jamás lo decían en voz alta. Solían hacer mil tonterías sin que nadie lo entendiera, era una amistad extraña la suya. Y tal vez esta extrañez era precisamente lo que la hacía tan duradera y esencial en sus vidas. Por otro lado estaban Elena y Ágata. Elena era una paranoica nata, enrojecía con mucha facilidad, solo con hablar de ella paf, su cara se volvía roja como un tomate. Definitivamente, era la más tímida de las cuatro, motivo de más para que resultase perfectamente achuchable. Y Ágata. Ella era una chica diferente. Sí, creo que no encontraría alguien mínimamente parecida a ella ni aunque la buscara día y noche durante mil millones de vidas. Tenía un toque bipolar un poco molesto para algunos,  aunque para los que la conocían resultaba incluso adorable. Las cuatro se conocían de siempre, habían compartido momentos de todo tipo juntas y, por lo que tenían pensado, aun les quedaban otros tantos. Por el momento se limitaban a esperar el tren que les llevaría a Murcia, con el objetivo de pasar una tarde diferente por allí. Adoraban esa ciudad.


 —Pasajeros con destino a Murcia, suban al tren. 


Las cuatro subieron veloces al tren, dispuestas a pasar la tarde en Murcia. Algo diferente a Orihuela, quizás mejor. No, mejor a secas. Entre risas tomaron asiento. Todas las personas del andén subieron en manada, esperando encontrar un sitio en el que sentarse para no pasar el camino en pie. Ese tren a esas horas y hacia ese destino era muy agobiante. 


Es curioso como en un tren se unen tantas personas, tan diferentes, en tan poco espacio. Por delante de ellas pasaron ancianos acompañados por sus nietos, adolescentes con botellas llenas de ignorancia, parejas enamoradas y parejas que no tanto, grupos de jóvenes tal  vez demasiado escandalosos, algún extranjero algo desorientado, madres cargadas de carricoches y preocupaciones…unos que vienen, otros que van;  algunos con ganas de comerse el mundo, otros con ganas de que el mundo les coma a ellos. A Elena le fascinaba observarlos e imaginarse qué pasaba por sus mentes, qué vida escondían tras esa apariencia, qué circunstancias vivirían…A veces, entre ellas, lo comentaban. Ágata solía tener ocurrencias bastante graciosas acerca de lo que por sus mentes podía pasar, etcétera, lo cual resultaba  motivo de más para que las cuatro soltaran más de una carcajada. Ariadna, sin embargo, esta vez no estaba prestando atención a lo que hablaban, se dedicaba a mirar a través del cristal, sin pensar en nada concreto tal vez y tarareando alguna canción, siempre lo hacía.  Fue entonces, justo entonces cuando, en una fracción de segundo el mundo se paró. Nadie lo notó, pero el mundo se paró por completo. Tanta gente que pasaba, tantos comentarios que se mezclaban entre ellos, tanto ruido, tanto movimiento y, de repente… Una conexión, una explosión sorda, un cortocircuito. Los latidos de Ariadna podían escucharse en todo el vagón. Ese chico era pura dinamita.  Ella, completamente hipnotizada, clavando su mirada en un único objetivo: Él.

Había entrado al vagón entre risas, y lo había cambiado todo. Ella sintió la loca y desesperada necesidad de formar parte de él, sin tan siquiera conocerlo, de esa mirada, de esos ojos, que parecían de ciencia-ficción, en los que se había sumergido durante esa fracción de segundo. 


Sintió el impulso de decirle algo, tal vez de tropezárselo por casualidad. Era inútil, él ni siquiera la había visto. Una más de cien. Ariadna lo siguió con la mirada hasta que él se sentó en el vagón siguiente.  Piel morena, a juego con su pelo del color de la más bonita noche. Porte serio, pero derrochaba sonrisas. Y no sonrisas cualesquiera, las sonrisas más preciosas que jamás ella había visto. Sus ojos, capaces de hechizar a cualquiera que se pusiera por delante. Y su boca, el paraíso hecho carne. 


− ¿Habéis visto que ojazos tiene ese chico?


Solo pudo decir eso. Julia esbozó una sonrisa y asintió. Elena y Ágata también estaban de acuerdo. Con una diferencia, a ellas se les olvidó nada más salir del tren, Ariadna tenía clavada esa mirada en la mente y no pretendía borrarla de su memoria.
Al resto de personas, ese tren solo las llevó hasta Murcia, a Ariadna, sin embargo, la había llevado mucho más lejos.

lunes, 18 de marzo de 2013

''El crack del 2012'

Crisis. Crisis. Crisis. Solo se escucha esa palabra en las cada vez más tensas conversaciones de estos últimos meses. Que palabra más fea. Crisis. Solo caras tristes, historias que lo son más aun. Crisis.Personas que se quedan sin casa, sin trabajo y sin felicidad. Crisis. Padres de familia apurados, madres desesperadas y familias honradas   sin pan.
Esto me hace pensar.
¿Qué ha cambiado de unos años atrás hasta ahora? 
Hoy sales a la calle y todo es un tono más grisáceo que ayer. Las personas empiezan a verse faltas de esperanza,- y eso que dicen que es lo último que se pierde- y el día a día se parece cada vez más a una cuesta empinada que se resiste.
La crisis es una época de contrastes. A los ricos se les multiplican los anillos y a los no tan ricos se les divide  la fortuna. Pero, ¿acaso dependemos del dinero? Parece que sí.
Vivimos en una sociedad acostumbrada a vivir a lomos de billetes y monedas. Compramos felicidad artificial y la vendemos como mercancía. Hemos perdido todos los valores y ahora no explotan en la cara.
Sí, es cierto que hay que comer, y hay que dormir, y el dinero es necesario para ese tipo de cosas, no discrepo. Pero no hablo de eso.
Hablo de la avaricia en la que todo este juego de riqueza ha desembocado. Hablo de los hombres trajeados que han dejado sus escrúpulos a un lado. Hablo también de aquel que roba por necesidad, porque su hermano le ha negado su retoño, y del que roba por tener más que el vecino. Hablo del interés y el egoísmo que, en realidad, acaba matando a las personas. Hablo de aquellos que saltan para pisotear al otro, y no para abrazarlo. De todo eso hablo. Y no nos damos cuenta de que, a fin de cuentas, el dinero no es nada. Solo números que no determinan ciertas cosas. Números en los que no deberíamos dejarnos la piel.

Una sonrisa no vale dinero, ni un abrazo o un beso sincero. Las caricias y las palabras bonitas no las compra un maletín lleno de papeles.
Ni con el cheque más valioso del universo podrías comprar las primeras palabras de un niño, o una mirada de agradecimiento.
En definitiva, el amor, que es lo que mueve el mundo desde el primer día en el que éste se creó, no es algo que se adquiera a base de monedas. 
Hemos perdido los papeles y no somos conscientes de que, como bien dijo un grande en su día, ''las mejores cosas de la vida, no son cosas.''

domingo, 17 de marzo de 2013

Podría decir que sentí un escalofrío, que el mundo se paró y mi piel se erizó. Podría decir que se me aceleró el pulso y me sudaron las manos. Podría también decir que temblé y que desde entonces nada ha vuelto a ser igual.. Podría decir todo eso, pero sería mentira.

Tan solo fue como un pellizquito en el dedo meñique. Un chasquido de dedos en pleno silencio.  Fue una décima de segundo en la que algo hizo 'crack', aunque nadie lo escuchó.
El tren no se paró, ni las personas que en él habían dejaron de hablar, ni si quiera yo dejé de hacerlo. Fue una mirada demasido efímera que casi pasó desapercibida. Una mirada inocente y descuidada que sin saber el motivo, a partir de ese día provocó toda una historia. 

Podría haber sido como un día cualquiera y, ¿qué demonios? Lo fue.
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Nadie se cree todas esas chorradas que se desbordan de los libros. Todos preferimos tener los pies bien sujetos a la tierra, ¿no? Que nadie nos venda sus hiperboles ni sus fantasiosas historietas. Todos sabemos que eso no existe en el mundo real. Y lo pensamos de verdad. Malditos ilusos.
Lo que no sabemos es que ese pensamiento es precisamente el que nos aleja de la oportunidad de vivir cada día con una esperanza. No tenemos ni idea. Creamos nuestras propias cadenas y despues perdemos la llave. Así nos va.

Pues que sepáis que ese día, en ese tren, se produjo magia. Hubieron chispas y sonaron campanas. Que sepáis que mis ojos sí brillaron y que mi corazón sí latió más deprisa. Que a partir de ese día sueño y vivo con el mismo pensamiento, que tiene nombre y apellidos aunque, paradojicamente, yo no los sé.




viernes, 15 de marzo de 2013

Definiría escribir como el arte de volar con las palabras. El antídoto a la muerte, la fuerza de lo infinito.
Cuando algo se plasma, permanece en ese 'negro sobre blanco' eternamente. Ya se que lo eterno a menudo da vértigo, por esa razón, escribir es de valientes.

Este blog ha salido de la nada, como de una ráfaga de polvo. Este será el lugar donde guardar todos mis pensamientos, los más profundos, los más absurdos. Aquí derramaré poco a poco algunos de esos minutos que me quedan para pensar en medio de este ruido intenso que me abruma, e intentaré regalaros algunas de las palabras que más aprecio. 

Adoro viajar; esa sensación de libertad que da subirte a un tren sin destino definido. Esa misma sensación- que pocos pueden experimentar - es la que yo siento cuando pulso cada una de las letras de este viejo teclado.

El poder de crear, el poder de imaginar, de transportar y, sobretodo de desconectar. Las palabras son oxígeno y veneno. Son la clave de todo, la llave universal.  Solo hay que saberlas usar y aprender a valorar que cada una de ellas es una virtud que Dios nos da.

''Verba volant, scripta manent.''