Miradas

jueves, 4 de junio de 2015

2012

2012 fue el útero de tantas historias que la idea de que aquel año albergara el fin del mundo sonaba tan creíble como incierto.

2012 se rió de nosotros y nos legó el placer de reírnos para siempre de la vida.
Fue la base desde la que despegaron mil aviones que no han vuelto, fue el vendaval que se lo lleva todo por delante y te trae un montón de hojas secas para que te acuestes a mirar el cielo -ya vacío-.

Escribir sobre un año que ya se fue te hace sentir un vacío asesino a la vez que placentero. Porque puedes recordar, y puedes sentirte viva en el recuerdo. Pero el recuerdo es algo abstracto y  hemos crecido.

2012 se fue, y nosotros nos fuimos con él.
Y se fueron las voces, y se fueron las chispas, las luces, los sueños por la noche.
Se fue la inocencia y se fue para no volver.

Para no volver se fueron las primeras veces.
Por irse, se fueron hasta las despedidas difíciles.
Nosotros también nos fuimos. Y ellos, y vosotros.

 Pero hoy es 2012 en mi cuarto, y el mundo ya no gira a mi compás. O será al contrario.
Creo que de tanto mirarlo le he dado la vuelta al calendario.

2012 nos dio la luz necesaria, nos curó todas las heridas.
Fue una puerta abierta,
y no estaba indicado si era de entrada o de salida.
Fue el presente más perfecto de mi vida.

Y ahora hemos crecido,
hemos conjugado tantas veces ese verbo...

Nos fuimos, pero hemos vuelto en forma de promesa
y quiero quedarme.
Y quiero avanzar.
Y quiero conocer mi propia geografía.
Y nada va a ser igual, pero quiero que todo ahora sea como nunca.

Aunque esta noche, en mi cuarto, seguimos siendo 2012.



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