Eran dos imanes,
ambos positivos
y tan incompatibles que entre ellos
hacían fuego.
Eran marea alta,
bandera roja y mucho ruido.
Eran dos
y jamás se hicieron uno.
Se compenetraban a la perfección
para distorsionar el mundo.
Hablaban a gritos
o sin hablar.
Miraban juntos al cielo
por no mirarse el uno al otro.
Se habían querido sin querer.
Evitarlo.
Y ahora la vida se había muerto.
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